jueves, 25 de febrero de 2010

EL MARINERO


El Marinero


En unas rocas que están en un extremo de la Playa, se divisaba su silueta. Estaba reclinado sobre ellas, su pantalón viejo era de color marrón, su camisa, de franela roja, era de las que normalmente usan los marineros, y a su lado, un morral viejo de lona.
Tenía la mirada perdida en el agua, estaba tan abstraído, que no se dio cuenta de mi presencia.
Al verlo tan ensimismado, decidí no decirle nada para no interrumpir sus pensamientos.
Al día siguiente, lo vi otra vez en el mismo sitio, pero yo me atrasé y cuando me dirigía al lugar donde estaba, ví como él se levantaba y se iba, nos cruzamos en el camino y me di cuenta de que no me veía, llevaba la mirada perdida.
Al otro día, decidí ser yo la primera en llegar a las rocas y allí le esperé, no sabía cual sería su reacción.
En esas rocas, los días de fuertes mareas, incluso de temporal, los precebeiros bajaban para coger percebes, que luego vendían en los bares de la zona sacándose un sobresueldo como complemento del escaso jornal de los barcos, jugándose al mismo tiempo la vida en cada bajada.
Cuando me vio el marinero allí sentada, hizo el amago de dar media vuelta y marcharse, pero entonces yo le llamé y le pedí por favor que no se fuera, quería charlar con él.
Le conté lo de los días anteriores y mi preocupación por su tristeza.
Al principio, parecía que no tenía demasiadas ganas de hablar, pero por otro lado, necesitaba desahogarse con alguien.
Me contó, que era marinero y percebeiro al mismo tiempo, tenía un compañero de fatigas de su misma Aldea, se habían criado juntos y juntos bajaban a los percebes, con tan mala suerte, que un día al bajar, le dio el mal de la profundidad y ya nunca salió. Le habían dicho que a los 15 días, los cuerpos afloran a la superficie del agua, y él estaba esperando ese momento para llevarlo a tierra y poderlo enterrar como Dios manda, quedaba poco tiempo para cumplirse el plazo.
Cuando me despedí de él, le dije que al día siguiente le acompañaría otra vez hasta el día 15.
Me daba pena, pues yo sabía que por aquella zona, pasaba la famosa corriente del Golfo y era muy difícil que su amigo no hubiese sido arrastrado hasta alta mar.,
Cuando pasaron los 15 días, y vio que su amigo no aparecía, se despidió de mí y se marchó.
Pasó un mes, y se me ocurrió dar un paseo hasta las rocas, y cual fue mi sorpresa, al encontrarle otra vez allí y le pregunté: ¿Amigo, como es que ha vuelto?
Me contestó: Por si acaso



Pilar

2 comentarios:

  1. Precisa historia querida Pilar. Espero que estos temporales a anuncias para Galicia, no te afecten. Abrazos, karla

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  2. La verdad, es que, como suele pasar siempre, no ha sido tanto como decían, por lo menos en mi zona, no se en la costa de fuera.
    Graciñas Karla, muchos besos guapa

    Pilar

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