jueves, 4 de febrero de 2010
EL AVENTURERO
EL AVENTURERO
Su mirada era impenetrable, pero cuando esos ojos se dirigían a ti, era como si te taladrasen.
Tenía el pelo cano, seguramente cada cana era una experiencia de vida.
Era altivo, con una gran prestancia, muy conocido por todos en los que despertaba odios y amores, nunca pasaba desapercibido.
Yo tenía verdaderas ganas de tener una conversación con él. No era fácil, es de los que decían que las mujeres eran de una raza inferior, o cuando menos, dignas de poca atención. Tenía 78 años y ya se dedicaba a caminar, siempre en solitario.
Un día que yo estaba sola sentada en la mesa de uno de los bares de la Aldea, leyendo un periódico, se me acercó y me pidió permiso para sentarse a mi lado. Le dije que si con la cabeza y seguí con mi lectura, no quería que se diese cuenta del impacto que eso me causó.
Cuando llevaba un rato observándome, me dirigió la palabra y me dijo:
¿Usted no es de aquí?
- No, le contesté, y a mi vez, como haciéndome la tonta le dije:
¿Y usted?
-Yo si, me contestó, lo que pasa es que he pasado la mayor parte de mi vida fuera.
¿Y que hace Ud. aquí si no es oriunda de este lugar?
-Me enamoré del sitio hace años y decidí venirme aquí a pasar los años que me queden de vida, llevo 30 años viviendo
-¡¡Ufff¡¡¡ casi es más de aquí que yo mismo me contestó.
Se echó a reír y yo le acompañé. Aquello sirvió para romper un poco el hielo de los primeros momentos.
Al cabo de un rato de hablar de cosas sin importancia, empezó a contarme un poco su vida.
Había salido de aquí con 13 años, se embarcó de polizón en un barco que salió rumbo a Sud América.
Se escondió en las sentinas del barco, y los primeros días se alimentó de lo que había llevado de casa, pero claro, eso duró poco y se le planteó el cómo conseguir comida sin que nadie le viese.
Se dedicó a observar las costumbres de los marineros y buscó uno que fuese joven para tratar de conquistarle. Por fin encontró uno y una noche lo abordó cuando el otro estaba paseando por la cubierta.
Al principio, el marinero se asustó muchísimo, pero al darse cuenta de que era un crío, se paró con él:
¿De dónde has salido?
-Vengo huyendo de la miseria, me colé de polizón en Vigo, no se a donde va este barco, pero no me importa.
Así empezó su vida, aquel marinero le ayudó y luego, al pasar de los años, sería socio suyo en un negocio de madera que tuvo, nunca se olvidó de él.
Mientras tanto, su familia de aquí, no sabía nada de él, tardo varios años en comunicarse con ellos.
Trabajó en el campo, de marinero en la pesca, repartió periódicos, en la construcción, hasta que montó una fábrica de puertas.
Fue el comienzo de su vida comercial, llegó a tener varias fábricas y cuando su situación económica fue buena, se comunicó con su familia.
Le daban por muerto y la alegría fue inmensa, al ver que vivía y era un triunfador.
Fue mujeriego aunque no llegó a casarse, me decía, que eso no iba con el.
Acabamos grandes amigos pasando a ser uno de los tres personajes de esta Aldea con los que establecería yo una tertulia.
Un día me avisaron que estaba muy enfermo y quería verme, me acerque a su casa, le habían descubierto un cáncer Terminal, estuve un rato con él y para no cansarle, apenas estuve un minuto, me pidió que le abrazase, tenía miedo, le prometí que estaría con él hasta el final y así lo hice.
Fue un personaje muy peculiar y un amigo
Pilar
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Una vida apasionante la de ese hombre, como tantos otros que tuvieron que ir a América escapando de la miseria de aquí.
ResponderEliminarEncontró en tí, al final de su vida, a una amiga.
Y eso es algo bello que se llevó consigo y que tú recuerdas con cariño.
un abrazo,
Núria
La verdad es que si, En este pueblo marinero donde vivo, hay muchas historias como esta, se podría escribir un libro.
ResponderEliminarGracias Nuria, y me alegro que participases en el nuevo Certámen.
Un beso
Pilar