El Paseo

El paseo




Empieza a anochecer, los montes de enfrente se recortan sobre el cielo azul, no hay ni una nube.
La tarde invita a pasear, son las horas más tranquilas del día.Sacudo mi pereza y salgo a la calle. El aire es fresco pero no frío, y viene bién para espabilar un poco la mente.
Inicio el paseo, por un camino que suelo frecuentar, está en la mitad de la ladera de un monte, hay muchas casas de conocidos, que siempre me saludan con amabilidad.
Hoy es diferente, no hay nadie y en un tramo del camino, aparece una extraña nube, como de niebla. Nunca había visto nada igual.
No sabía que hacer, si adentrarme en ella, o dar la vuelta prudentemente y regresar a la seguridad de mi casa, pero me picaba la curiosidad y decidí seguir adelante.
Me introduje en la nube, y todo cambió. Allí estaba Rosa, la que cuidaba una oveja enorme, que nos despertaba a todos con sus balidos, también estaba Manuel, mi amigo, él me ayudó a elegir el eucaliptos, que serviría de palo para la vela de mi dorna, también estaba María, una señora mayor que nos hacía unas rosquillas riquísimas.
Lo curioso de esto, es que esas personas no me reconocían, pasaban por mi lado con la mirada ausente, sin decirse nada unos a otros.
No sabía que hacer, por otro lado, había demasiada claridad para la hora que era.
Aquello, cada vez me asustaba más, intenté preguntarle a Manuel por el camino, se me quedó mirando, sin verme, y no me contestó.
Comprendí, que no se porque misterio, había traspasado el umbral de la muerte.
Di marcha atrás y a toda velocidad, salí de la nube.
A pesar de la oscuridad de la noche, sentí un gran alivio al levantar mis ojos al cielo y ver las estrellas que brillaban en él.
Llegué hasta mi casa y cerré todas las ventanas, tenía miedo de que aquélla nube me siguiese y viniese a por mi.
Hace dias de esto, y cuando salgo a pasear, no he vuelto por ese camino por miedo a verme atrapada sin remedio.