
Camino sin destino
Cierro los ojos y me veo andando por un camino sin destino.
Mis brazos, se mueven de forma acompasada con mi cuerpo,
mis manos, son como palomas que con el balanceo acarician
el aire. Siento que mi energía llega hasta la punta de los dedos,
calentándolos.
En un momento dado, mi caminar se detiene, y el balanceo se inicia
de lado a lado, como equilibrando las dos partes, mis manos,
en su movimiento, acarician levemente mi rostro, son igual que
las ramas de un sauce cuando las mueve el viento.
El camino es largo, pero no llega a ninguna parte, tendré que
recorrerlo muchas veces, sin saber si alguna vez llegaré a algún sitio
Sigo mi lento caminar, necesito limpiar mi cuerpo
de impurezas, entonces, recojo con mis manos, el aire puro que me
rodea y lentamente y con mucha suavidad, dirijo ese aire a limpiar
mi mente, noto como va bajando por mi cabeza, los ojos, dejándome ver la
luz, mi boca, el pecho y pasando por el corazón, tranquilizándolo, llega
hasta la punta de mis dedos, llevando hacia fuera todo lo maligno
que contenga mi cuerpo.
El final del camino, todavía no está cerca, ya lo se, pero si continuo con
Este caminar, me iré acercando poco a poco al final elegido por mí
Sigo caminando, y me acerco y un frondoso bosque, es tan tupido, que no llego a ver la luz. La copa de sus árboles centenarios, no me dejan ver el cielo, entonces, dirijo mis manos hacia arriba, y cierro los ojos, y como por arte de magia, voy separando poco a poco, con el movimiento de mis manos, las copas de los árboles, dejando pasar el sol que calienta mi alma.
De repente, en mi camino aparece un gran obstáculo, es un elefante que se encuentra en medio sin moverse, no me deja pasar y siento que tengo que apartarlo, pero no se como.Dicen que la fuerza de la mente es prodigiosa, lo intento, cierro los ojos y tomando fuerzas con mis brazos, inicio un movimiento de expulsión y ¡OH milagro! el elefante se aparta y me deja pasar, pero el esfuerzo me ha cansado, me paro y limpio mi cuerpo y mi alma .
Con el espíritu relajado y el alma tranquila, sigo mi camino sin destino. Tengo hambre y me decido a coger unas frutas del bosque, pero aparece un mono, que desde su árbol me ofrece las frutas, las cojo y le doy un beso en agradecimiento y continúo mi caminar.
Llego al final del camino, por primera vez he comprendido que el destino es el que nosotros nos marcamos, pero antes de salir del bosque, distingo una hermosa criatura, que lleva en sus brazos una cesta con flores, y las va esparciendo con delicadeza como alfombrando el espacio por donde he de pasar, y comprendo que es el destino que me estaba deparado, era llegar al final de mis días de la mano de esa extraordinaria criatura.
Pilar